Aránzazu: ejemplo de defensa del suelo y el territorio

En las laderas de Aránzazu, municipio de Caldas, el aguacate Hass y la posible reapertura a la minería han generado desafíos para las comunidades, unidas en movimientos sociales y territoriales para proteger el suelo y el agua.

En la zona, la producción de café y aguacate Hass es notable, y aunque ambos coexisten en más unas 6.500 hectáreas de parcelas, cada uno tiene necesidades particulares en consumo de recursos, en especial por el agua y la deforestación asociada al monocultivo de aguacate.

Estudios científicos realizados en el territorio revelan que falta control en el consumo del agua por parte de los cultivadores de café y aguacate Hass, lo que en los últimos 10 años ha contribuido a una rápida degradación del suelo.

250 metros cúbicos

de agua al mes requiere el aguacate Hass. El café solo 9 metros cúbicos mensuales

Más de 70% aumentó

la deforestación, en 15.120 kilómetros de bosque de la zona rural del municipio.

Acciones comunitarias

A pesar de estos desafíos, la comunidad se ha empoderado en el proceso de gobernanza para abordar estos problemas de manera colaborativa con acciones como:

  • Implementación de prácticas de conservación del agua, como sistemas de riego eficientes y reciclaje del agua de lluvia.
  • Programas de reforestación en áreas degradadas.
  • Campañas de educación ambiental.
  • Participación en procesos de toma de decisiones locales junto a autoridades municipales y organizaciones no gubernamentales.

La psicóloga Victoria Eugenia Valencia Maya, profesora de la UNAL Sede Manizales, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo con énfasis en Estudios Urbanos, y doctora en Ciencias de la Educación, identificó en Aránzazu una vitalidad latente en gobernanza, la cual analizó en detalle.

Impacto minero

Tras entrevistas realizadas a la comunidad desde 2021, se descubrió que el Instituto Nacional de Salud (INS) de Aránzazu comenzó a emitir artículos e informes alarmantes.

Se reveló que el agua del municipio contenía niveles preocupantemente altos de plomo, un contaminante ambiental reconocido por sus graves efectos en la salud humana.

Además de los riesgos para la salud humana, la contaminación por plomo también afecta gravemente los cultivos locales como el café y el aguacate, fundamentales para la economía local y la subsistencia de la comunidad. La presencia de plomo en el agua de riego podría contaminar los suelos y afectar el crecimiento de las plantas, reduciendo la productividad y calidad de los cultivos

Entidades inactivas

Durante la investigación se identificaron actores inactivos ante los impactos del cultivo del aguacate Hass en el suelo y el agua, entre ellas, la Gobernación, la Asamblea, los Consejos Territoriales de Salud Ambiental (Cotsa), Corpocaldas, la mesa aguacatera y otros.

Esta pasividad estaría relacionada con el peso económico que los cultivos representan para Caldas, departamento reconocido como uno de los mayores exportadores de café y aguacate del territorio nacional.

Con una producción anual de 1 millón de sacos de café de exportación y 13.902 toneladas de aguacate Hass, estas industrias representan una parte significativa de la economía local, pero según Valencia es urgente que las autoridades aborden los impactos ambientales del aguacate Hass.

“En el futuro la inacción frente a estos problemas tendría consecuencias devastadoras para el medioambiente, la salud pública y la economía local”.

Victoria Valencia.

Aguacateras golpean el tejido social

Uno de los impactos principales de las aguacateras en Aránzazu es la afectación sociocultural, explica la psicóloga, pues inciden en la identidad y las tradiciones de la comunidad.

Como resultado de la expansión de estas actividades económicas, este pueblo reconocido por su herencia como parte del Paisaje Cultural Cafetero (PCC), se enfrenta a la amenaza de perder sus costumbres antioqueñas, sus tradiciones religiosas y la esencia misma de su identidad.

Las aguacateras modifican las prácticas culturales, desde las historias de vida, las comidas que definen la gastronomía local y el cambio en el paisaje físico del pueblo, poniendo en riesgo la conexión emocional de los habitantes con su entorno natural.

Según la investigadora, es evidente “la ansiedad y el malestar experimentado por la comunidad, quienes enfrentan una incertidumbre sobre el futuro de su identidad y su bienestar emocional. La preservación de su patrimonio cultural se convierte así en una lucha por proteger no solo su pasado, sino también su presente y su futuro emocional como comunidad”.

La esperanza

Pese a los desafíos, una de las fortalezas importantes son los movimientos sociales, que trabajan «la parte educativa, a modo de semilla entre los más jóvenes, una semilla de conciencia por el cuidado y el valor del agua y el territorio”, dice Valencia.

Estos movimientos intentan hacer control y veeduría para que la minería en Aránzazu no vuelva, ya que entre 1948 y 1975 en este municipio se explotaba mercurio para la extracción de oro y la producción de químicos como el cloro.

La identificación de la gobernanza en este territorio forma parte de una investigación del Programa de salud ambiental para Colombia, en la que se creó el documental “Nueva esperanza” y el Diplomado en Salud Ambiental.

*Fuente: Prensa UNAL

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