Los cafés más especiales son de firmantes de la paz

El compromiso de los firmantes de paz con el acuerdo de La Habana es la clave para entender que lo más especial de los cafés que cultivan son su fuerza del trabajo, el retorno a sus raíces campesinas y el cumplimiento de un proyecto en el que la reincorporación es un hecho y un orgullo.

Para Antonio Zapata, representante del Café Trinidad, con aroma de paz, desarrollado en Dabeiba (Antioquia), poder dar empleo y aportar con conocimientos y experiencias a la integración con la comunidad son parte del éxito.

«Es un orgullo enseñarle a un compañero víctima del conflicto, que ayer nos miraba de otra manera lo que sabemos del café. Hoy, nos sentamos a sembrar, dialogar, apostándole a la transformación de estos territorios«, dice.

Para Antonio, desde antes de la firma del acuerdo, estaba claro que en algún momento se haría un proceso de paz, y materializarlo implica aportar «hechos concretos».

Asociatividad y retorno al campo

Ricardo Morales, integrante de la Cooperativa Ecomun La Esperanza y productor del Café sabor La Esperanza, en Timbío (Cauca), resalta con absoluta certeza las características del cultivo y el resultado final, tras un proceso de aprendizaje constante y práctica.

La cooperativa cuenta con un terreno de 8,2 hectáreas, de las cuales 7 tienen café, en un terreno de tipo arcilloso y cuya capa vegetal de 70 centímetros de profundidad le permite al café desarrollar sus raíces de forma horizontal y vertical, lo cual favorece la absorción de nutrientes.

Con 36 horas de fermentación a temperatura ambiente, el café conserva sus mieles y atributos, en un proceso que realizan en un 90% firmantes de paz y 10% integrantes de la comunidad.

Actualmente, se tiene una producción de unos 4500 kilos anuales, que se expande hacia Yotoco, en un proyecto coletivo en conjunto con la Mesa nacional del café, organización de segundo nivel con 35 organizaciones dedicadas a la caficultura.

Carlos Mario Henao, de Café Ubuntu, localizado en Fredonia (Antioquia), cuenta que desde hace tres años se viene consolidando esta iniciativa, que cuenta con alianzas con empresas privadas, las cuales inicialmente facilitaron tierras para producir.

Hoy en día, la cooperativa lidera todo el proceso productivo, desde el cultivo, pasando por recolección, secado, trilla, tueste, empaque y distribución, que les permite contar con 12 mil a 15 mil kilos de producción anual.

La meta, en el corto plazo, es llegar a 20 mil kilos, debido a que ya que se cuenta con cultivos de Cenicafé 1 y Variedad 2000, que tienen buena producción y alta calidad en taza.

«Creemos en los cafés especiales por su calidad pero, sobre todo, porque vienen de un proceso de paz y por gente con una calidad humana muy grande«, afirma el vocero.

Primero, el pueblo

Francisco Villa, representante del proyecto de Café Paramillo, que se cultiva en Ituango (Antioquia), además de destacar las características orgánicas del producto, se muestra satisfecho por la integración entre firmantes y población civil, para seguir trabajando en la reconciliación.

Su origen campesino le ha permitido retornar a las raíces, a cultivar y comercializar en un mercado competitivo, manteniendo el objetivo de garantizar un producto de calidad para los consumidores.

«Quien se beneficia más de nuestro esfuerzo y nuestros productos es la sociedad. Yo digo que la sociedad ha ganado mucho con el proceso de paz, porque nosotros lo que hemos hecho es producir, para ellos. A veces uno no se gasta ni una libra de café, sabiendo que uno mismo lo produce, pero todos los trabajos de uno van para la gente. Nuestro principio siempre es el pueblo».


¿Dónde conseguirlos? En Bogotá, estos productos se pueden adquirir en el Local 136, del Centro Comercial San Martín, de martes a sábado, en horario de 10 a.m. a 6 p.m. También les pueden contactar en el resto del país vía redes sociales: Café Trinidad, Café sabor La Esperanza, Café Paramillo y Café Ubuntu

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